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¿QUE CUÁNTOS AÑOS TENGO?

¿QUE CUÁNTOS …

¿Que cuántos años tengo? ¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!

La edad en que puedo: Gritar sin miedo lo que pienso…
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido…
Pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.

¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy vieja, y otras “que estoy en el apogeo”.

Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.

Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!
¡Estás muy vieja, ya no podrás!
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.

Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor,
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada..
y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa.

¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas…
¡Valen mucho más que eso!

¡Qué importa si cumplo cuarenta, cincuenta o más!
Pues lo que importa: ¡Es la edad que siento!

Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos.

¿Qué importa cuántos años,
cuántos tengo, o cuántos espero…?
Si con los años que tengo…

¡Aprendí a querer lo necesario y a tomar sólo lo bueno!

José Saramago

Darse cuenta

Me levanto por la mañana.
Salgo de mi casa.
Hay un socavón en la acera.
No lo veo
y me caigo en él.
 
Al día siguiente
salgo de mi casa,
me olvido de que hay un socavón en la acera,
y me vuelvo a caer en él.
 
Al tercer día
salgo de mi casa tratando de acordarme
de que hay un socavón en la acera.
Sin embargo,
no lo recuerdo
y caigo en él.
 
Al cuarto día
salgo de mi casa tratándo de acordarme
del socavón en la acera.
Lo recuerdo y,
a pesar de eso,
no veo el pozo y caigo en él.
 
Al quinto día,
salgo de mi casa.
Recuerdo que tengo que tener presente
el socavón en la acera
y camino mirando al suelo.
Yo lo veo y,
a pesar de verlo,
caigo en él.
 
Al sexto día
salgo de mi casa.
Recuerdo el socavón en la acera.
Voy buscándolo con la mirada.
Lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.
 
Al séptimo día,
salgo de mi casa.
Veo el socavón.
Tomo carrerilla,
salto,
rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado,
pero no es suficiente y caigo en él.
 
Al octavo día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
salto,
!llego al otro lado!
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido
que lo celebro dando saltos de alegría …
Y, hacerlo,
caigo otra vez en el pozo.
 
Al noveno día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
lo salto
y sigo mi camino.
 
Al décimo día,
justo hoy,
me doy cuenta
de que es más cómodo
caminar…
por la acera de enfrente.
 
Jorge Bucay
 
 
 
 
P.D: Hi ha experiències que un ha de viure per valorar aquelles petites coses que la vida ens posa al davant.